Así definía Ricardo -el meta osasunista- al crack luso en la previa de la pasada jornada, cuando se enfrentaron los nuestros al once de Camacho en un partido en el que se conseguiría una agónica victoria que nos permitió volar a Mallorca con opciones de ser campeones.
Anoche todas las alarmas se encendieron cuando Aritz Aduriz marcaba tras un mal rechace de la defensa blanca en un saque de corner. Este Madrid nos provoca a sus aficionados sensaciones contradictorias durante los partidos: cuando el rival se adelanta nos hace temer otra aciaga noche que de al traste con toda opción de triunfo. Sin embargo, están en la idiosincrasia de este equipo el espíritu de lucha y las remontadas (remuntadas, que dirían otros), que hacen que semana tras semana guardemos en nuestro seno la seguridad de que al final el equipo se alzará con la victoria. Sólo este equipo es capaz de eso.
Ayer la machada la firmó un portugués llamado a escribir su nombre con letras de oro en la historia del club. Sus tres goles fueron el reflejo de su personalidad, de su carácter: sólo frente al mundo, lucha y pone en peligro su integridad (como en la jugada del primero) para alcanzar la gloria. Tres goles que son tres muestras del pundonor del luso, de la enorme confianza que tiene en sí mismo y de su afán infatigable de proclamarse campeón de ésta su primera Liga.
Gracias a su demostración de anoche el equipo sigue enganchado a una competición doméstica que parece tendrá su penúltimo y más importante acto el próximo fin de semana, cuando el actual líder puede perder su privilegiada posición en tierras hispalenses siempre y cuando los nuestros cumplan con su deber y den cuenta de un Athletic que a buen seguro no querrá ser convidado de piedra en Chamartín.
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