jueves, 11 de marzo de 2010

La Décima tendrá que esperar.


Anoche, a las 22:17h. el corazón de millones de madridistas en todo el mundo era literalmente atravesado por un puñal en forma de gol, obra de Pjianic, que junto a sus compañeros, hizo lo que quiso en el área de un Madrid que en ese tramo del encuentro parecía un pelele en manos de los galos.
Resulta inexplicable, a la vez que decepcionante lo ocurrido en la segunda mitad del partido de ayer. El Real empezó muy bien: acorralando a su rival y marcando muy pronto. Acto seguido dispuso de clamorosas ocasiones para marcar más goles (las más claras se perdieron en las botas del Pipa Higuaín) y poco antes del descanso, el Lyon ya llegaba al arco de Casillas con cierto descaro (nada que ver con lo de la segunda parte). Con la eliminatoria empatada llegó el intermedio y ahí se acabó el Madrid. La segunda parte fue lamentable. El bajón físico y sobre todo anímico (quizás provocado por las ocasiones erradas y por el poderío físico que exhibían los franceses) dieron muestras de la peor versión posible de un equipo obligado a marcar al menos otro gol.
Para colmo, al técnico chileno no se le ocurrió mejor cosa que dar entrada al capitán Raúl y al siempre discutido Mahamadou Diarra. El Siete blanco, pese a pasar a la historia del club por todo lo conseguido en su dilatada carrera, no está ya para "machadas". Ha perdido la chispa que tenía. En cuanto al malí, ni en su mejor noche podría aportar al ataque más de lo que lo hizo un gris Káká, que no termina de espabilarse.
En resumidas cuentas: otra decepción más en el haber de los madridistas. ¿Acaso no tiene el Madrid 2010 el mejor once de Europa? ¿Cómo puede entonces ser eliminado por un equipo tan corriente como el Lyon?. INEXPLICABLE. Como diría Boskov: "fútbol es fútbol".
No obstante es de justicia reconocer que el Madrid es el único equipo del continente que "a nivel institucional" se auto-obliga moralmente cada año a ganar la Champions. Este año con el añadido de disputarse la final en el Bernabeu. Ésta obligación, es percutida, martilleada por la prensa durante meses en los sentidos del aficionado, y una vez interiorizada llegan los palos y los batacazos (como el de anoche). ¿Acaso estuvo el Barcelona obligado a "algo" en el año 1999? ¿Acaso perder en cuartos, semifinales o en la final, no habría sido otro fracaso? La Séptima esperó 32 años. Como la Décima tenga que esperar tanto, la "contienda civil" que puede estallar en el seno madridista puede dar al traste con 108 años de gloriosa historia.
Sólo nos queda ya luchar por la Liga, y rezar para que el Stuttgart y sobre todo los árbitros hagan su trabajo dignamente, y no coloquen en "nuestra casa" a un equipo acostumbrado a colarse por toda la cara en finales de relumbrón (que se lo digan al Chelsea).

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